“El tacto posibilita la lectura de la piel del hombre y del mundo y en la piel, la lectura de su universo. También del trasmundo. La finura de trato opera en relación con los otros yoes de mi interior, con los yoes de los otros, con el ser entrañado en el mundo, con el ser presente más allá del espacio y del tiempo.” Fidel Sepúlveda

La piel es el órgano del tacto que actúa, por un lado como envoltura, resonando en nosotros la existencia del mundo y por otro, como frontera, experimentándonos separados de ese mundo. 

Cuando la experiencia del tacto es suave, cuidada, se acentúa la sensación de envoltura y resonancia, que entrega confianza y certeza en la existencia, permitiendo una relación afectuosa con el mundo.  

En cambio, cuando la experiencia del tacto es brusca, descuidada o ausente, se acentúa la frontera, la delimitación, hasta llegar a una actitud de rechazo y retraimiento que puede provocar un desorden en la percepción táctil, generando en el niño/a una hipersensibilidad o una hiposensibilidad al tacto. 

La hipersensibilidad es la percepción de un mundo amenazante, donde los gestos del otro u lo otro se viven de manera amplificada, extendida en el espacio, reaccionando de forma impulsiva a ellos. La hiposensibilidad, es lo contrario, el niño/a percibe el mundo de manera lejana, necesitando de la proximidad del otro para poder sentirse a sí mismo. Al no sentir su cuerpo como un lugar seguro, ambos, viven con miedo, al contacto y al abandono, reaccionando al encuentro del mundo con agresión o huida.

El cultivo de este sentido aporta autoconfianza y seguridad, su madurez requiere del gesto amoroso y participativo del adulto, de cuidados cercanos y presentes, de la cualidad estética y matérica de los objetos del entorno, de aquello que toca el niño/a , así como actividades y juegos que favorezcan la percepción de límite y sensación corporal: rodar, envolverse, esconderse, amasado, modelado, juegos de dedos y manos, andar descalzo, masajes, son algunos ejemplos. 

La experiencia del tacto sienta las bases para la sana convivencia con los otros en el futuro, “tener tacto” es la noble capacidad de poder percibir el yo del otro. 

Bibliografía: 

Sobre los niños temerosos, tristes e inquietos. El trabajo sobre los sentidos basales en la infancia. Henning Köhler. 

Los 12 Sentidos de Rudolf Steiner. www.tamarachubarovsky.com

Los 12 sentidos. Rudolf Steiner. 

La integración sensorial y el niño. Jean Ayres.