Armonía y justeza

Cuando el niño/a se pone de pie, libera brazos y manos de la acción de desplazarse, quedando disponibles, primero para equilibrar su andar y luego para tomar, recoger, afirmarse, jugar, tocar, comer, etc. Esta acción de ponerse de pie, de erguirse, es un gesto propiamente humano, que señala que habitamos el mundo de una manera particular. 

Ante esta liberación, el niño/a adquiere la posibilidad del pensar, ya que al quedar disponibles sus brazos para el hacer, queda también, sobre ellos, en reposo sobre su eje vertical, su cabeza, que adquirirá a lo largo del primer septenio, quietud y calma, la posición justa, armónica y en equilibrio con su cuerpo, hecho que lo facultará fisiológicamente a los procesos intelectivos en época escolar. 

La maduración del sentido del equilibrio y del sistema vestibular faculta al niño/a del pensar intelectual, del atender, representar, memorizar, el concentrar su mirada, aquietar su corporalidad y escuchar atentamente. 

Esta quietud interior y exterior que entrega el sentido del equilibrio se desarrolla en el ejercicio de moverse en las distintas dimensiones del espacio, esto es, arriba-abajo, izquierda-derecha y adelante-atrás, o sea en todo el espectro de juegos de movimiento que podamos imaginar: mecer, balancear, columpiar, juegos de faldas, caminar, correr, saltar, trepar, hacer equilibrio, andar en bicicleta, etc. 

Mente es cerebro y cuerpo en movimiento. 

El movimiento durante el primer septenio es la herramienta de oro para un crecimiento integral y saludable, ya que solo practicándolo el niño/a logrará ordenar y coordinar los movimientos de su cuerpo, que serán los impulsores de un desarrollo emocional y cognitivo pleno, capaces de afrontar la vida escolar con madurez, salud y alegría. 

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